Este lugar ejemplifica la teoría de la falta de alma de los cafés. Si el vecino bar Tony constituye una sinfonia, un lugar calido en el que siempre se está a gusto, el Moderno es un
lugar completamente aséptico. Hasta huele a ambientador de jazmín o algo así. Decorado con grabados clasicos con marco de nogal, sin riesgo en el menú, con guiris en la terraza... no hace
honor a su glorioso pasado ( era lugar de tertulia literaria en las postrimerias del franquismo). Uno esperaba más de este lugar. Me deja indiferente.